Cuando hablamos de ‘comida mexicana’, no estamos hablando de una sola tradición gastronómica, sino de un enorme cúmulo de recetas, ingredientes, gustos culturales, profesiones e interpretaciones. No es lo mismo un mole poblano que uno oaxaqueño, y en la cocina se cuentan montones de historias que terminan por afectar el sabor de lo que se sirve en la mesa. En Masala y Maíz, los chefs Saquib Keval y Norma Listman están conscientes de que no existe comida sin comunidad, y a partir de la investigación y las recetas familiares de cada uno, proponen un menú que fusiona sabores mexicanos, kenianos, etíopes e indios y que pone sobre la mesa los procesos y los vínculos detrás de cada platillo.

Foto: @masalaymaiz

Hacer comunidad no solo significa reunir a la gente alrededor de la mesa, sino también trabajar bajo modelos donde las jerarquías sean más difusas y el ‘equipo’ se perciba como tal y, por supuesto, procurar que cada uno de los ingredientes (desde el maíz hasta el vino) provengan de un contexto amigable con el medio ambiente y socialmente responsable —en muchos casos, los insumos de Masala y Maíz provienen de negocios de mujeres indígenas—. A partir de este principio, la historia comienza mucho antes de llegar a la cocina y le procura una raíz auténtica a la creatividad e innovación de los chefs.

Foto: @masalaymaiz
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Ahora bien, el concepto es maravilloso, pero la ejecución de los platillos es una verdadera delicia y el deleite sensorial inigualable. A partir de su comida, los chefs Listman y Keval nos recuerdan que la tradición gastronómica no es estática, y que el mestizaje rebelde sabe mejor. Para un inicio fresco, no te pierdas la ensalada de frijoles (cosechados en Amecameca y Milpa Alta) con jitomates, crema de avellana, hongos encurtidos, nuez pecana, almendras y hierbas, y como plato fuerte, el Kuku Poussin con lechugas y aderezo de tamarindo.

Foto: @masalaymaiz
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Para lxs amantes de los mariscos, la tostada de ceviche negro hecha a mano con la pesca del día, salsa tatemada, piña y aguacate es un must que da en el clavo en el balance de las texturas y las especias. Si estás buscando un plato ideal para compartir, una gran opción es el Matoke Mixiote con almejas, plátano macho y paratha (aunque en general aquí la recomendación es pedir de todo al centro para probar más cosas), maridado con una ‘copita’ de vino natural.

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Los postres son una delicia que apapacha muchísimo al corazón, pero si hay que elegir uno (o dos), el merengue con curd de maracuyá sabe mejor compartido, y el tamal de chocolate te transportará de regreso a tu infancia con cada mordida, pero con un toque atrevido y sofisticado que te encantará.

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