La Ruta de las Misiones en Baja California Sur es un recorrido fascinante que nos transporta a través de la historia y la cultura de la península. Se trata de un itinerario turístico que nos lleva a descubrir varias misiones jesuitas fundadas en el siglo XVIII con el propósito de evangelizar a los indígenas locales y, al mismo tiempo, promover el desarrollo regional. Hoy en día, son un testimonio del encuentro entre dos culturas y un atractivo turístico que nos permite apreciar la arquitectura colonial y la historia del estado. Cada edificio es una obra de arte en sí mismo; su diseño, inspirado en la arquitectura española, refleja la destreza de los constructores de la época. Además, muchas de estas misiones se encuentran en entornos naturales impresionantes, rodeadas de montañas, desiertos o el mar. Aunque en su origen hubo 18 sitios misionales, actualmente solo 10 se mantienen en pie y aquí te los presentamos. 

Misión de Nuestra Señora de Loreto

Esta fue la primera misión fundada en la península el 25 de octubre de 1697 por el padre Jesuita Juan María de Salvatierra, de aquí partieron los grupos que fundaron las demás misiones de la península, por lo que se le considera ‘La madre de todas las misiones de las Californias’. Su diseño sirvió como modelo para las siguientes misiones, estableciendo un estilo arquitectónico característico de la región. Debido a un terremoto en 1877, se derrumbó el techo y el casquete del campanario pero actualmente se encuentra reconstruido y alberga el Museo de las Misiones, en donde se exponen objetos religiosos de los siglos XVI y XVII. Además de la iglesia, podrás apreciar otros edificios históricos como el convento, la casa del padre, las habitaciones de los indígenas, así como los jardines de la misión que es un lugar tranquilo para relajarse y disfrutar del paisaje.

Ruta de las Misiones en BCS
Misión de Nuestra Señora de Loreto. Foto: Shutterstock

Misión Santa Rosalía de Mulegé

Esta misión se destaca por su arquitectura única, influenciada por la minería, además de que se ubica en medio de un oasis, rodeada de palmeras y aguas cristalinas. Fue fundada en 1705 por el padre Juan Manuel Basaldúa, se localiza a ciento diecisiete kilómetros al noreste de la misión de Nuestra Señora de Loreto en la costa del Golfo de California. Su diseño es sobrio y funcional, con muros de mampostería de piedra y una bóveda de cañón corrido. A diferencia de otras misiones, su fachada es más sencilla, lo que le confiere un aire de austeridad. Tras su completo abandono en 1828 quedó en ruinas y ha sido restaurada en varias ocasiones, la más reciente por el INAH en 1973 conservando sus características arquitectónicas exteriores, pero no interiores. Se encuentra en un punto elevado, lo que le proporciona una vista panorámica del pueblo de Mulegé y de los alrededores.

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Misión Santa Rosalía de Mulegé. Foto: Shutterstock

Misión de San Ignacio Kadakaamán

Fundada en 1728 por el padre Juan Bautista Luyando, la Misión de San Ignacio Kadakaamán es considerada una de las misiones más florecientes y mejor conservadas de la península. Su nombre, Kadakaamán, significa ‘Arroyo del carrizal’ en lengua cochimí. Ubicada en un fértil valle, la misión se convirtió en un importante centro agrícola y ganadero, sus habitantes, los cochimíes, aprendieron nuevas técnicas de cultivo y crianza, lo que permitió el desarrollo de la región. La iglesia principal, construida con piedra volcánica, es un ejemplo de la arquitectura religiosa del siglo XVIII. Destaca su gran altar de madera labrada y chapeada en oro, con siete óleos y una estatua de San Ignacio de Loyola. La arquitectura de la misión muestra una combinación de estilos español y indígena, lo que la hace única en su tipo.

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Misión de San Ignacio Kadakaamán. Foto: Shutterstock

Misión de San Francisco Javier

Considerada por muchos como la ‘joya de las misiones de Baja California’, San Francisco Javier de Viggé Biaundó, que significa ‘tierra alta en los altos de las cañadas’ en lengua cochimí, es una de las más impresionantes y otra de las mejor conservadas de la península. Fundada en 1699 por el padre Francisco María Píccolo, esta misión se encuentra en un oasis rodeado de montañas, lo que la convierte en un lugar de gran belleza natural. El edificio misional fue construido con piedra sacada de las canteras del arroyo de Santo Domingo, su fachada es de modesto estilo barroco, donde destacan la bella puerta del arco conopial, los ornamentos en la ventana del coro y los sencillos contrafuertes que la enmarcan. En su interior conserva un magnífico retablo de estilo barroco estípite, de madera tallada y dorada, dedicado a San Francisco Javier, cuya imagen se acompaña de cinco óleos con imágenes religiosas.

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Misión de San Francisco Javier. Foto: Shutterstock

Misión Estero de las Palmas de San José del Cabo

Esta es una pieza clave en la historia del estado, fue fundada en 1730 por el padre Nicolás Tamaral y el visitador José de Echeverría, esta misión es la que se encuentra más al sur de las misiones establecidas en la península. Su ubicación estratégica en el Estero de las Palmas, cerca de la costa del Golfo de California, la convirtió en un punto vital para la evangelización y el control de la región. La misión enfrentó numerosos desafíos desde su fundación, las constantes rebeliones de los indígenas pericúes, quienes veían en los misioneros una amenaza a su cultura y modo de vida, dificultaron en gran medida el desarrollo de la misión. De hecho, el padre Tamaral perdió la vida durante una de estas rebeliones. A pesar de los desafíos, la misión logró construir una iglesia y varios edificios auxiliares, aunque muchos de ellos fueron destruidos o modificados a lo largo de los años.

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Misión Estero de las Palmas de San José del Cabo. Foto: Shutterstock

Misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui

La Misión de San Luis Gonzaga de Chiriyaquí jugó un papel fundamental en la evangelización de los indígenas guaycuras y en la transmisión de la cultura española. Fue fundada en 1721 por el misionero jesuita padre Clemente Guillén de Castro, esta misión se estableció en un lugar estratégico, cerca de la Sierra de la Giganta, en el sitio que los indígenas llamaban Chiriyaquí. Su ubicación la convirtió en un lugar próspero, donde lograron construir canales de riego hechos de piedra, los cuales ayudaron al cultivo de higos, uvas, dátiles y azúcar. La iglesia de la misión, construida con materiales locales como piedra y adobe, se caracteriza por su sencillez y funcionalidad. Su diseño se ajusta a los estilos austeros de gusto romanizante, comunes en las misiones de la época. Los misioneros introdujeron nuevas técnicas de cultivo, artesanía y religión, enriqueciendo así el patrimonio cultural de la región.

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Misión de San Luis Gonzaga Chiriyaqui. Foto: Shutterstock

Misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz Airapí

Fundada en 1720 por los jesuitas Juan de Ugarte y Jaime Bravo, la misión de Airapí se estableció con el objetivo de evangelizar a los indígenas pericúes y guaycuras que habitaban la región. Su ubicación estratégica en la ciudad actual de La Paz la convirtió en un punto clave para la expansión de la influencia española. Sin embargo, la misión enfrentó numerosos desafíos desde su inicio debido a la hostilidad de los indígenas, las enfermedades y la falta de recursos. A pesar de los esfuerzos, la misión fue abandonada en 1749 debido a las constantes rebeliones de los pericúes. Aunque la misión original fue abandonada, su legado arquitectónico perdura hasta nuestros días. En el siglo XIX, se construyó una nueva iglesia en el mismo lugar donde había estado la misión jesuita. Esta iglesia, dedicada a Nuestra Señora de la Paz, es hoy en día la catedral de La Paz y uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad.

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Misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz Airapí. Foto: Shutterstock

Misión Santa Rosa de las Palmas

Esta misión, inaugurada en 1723 se estableció como una ‘visita’ dependiente de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de la Paz de Airapí. Su ubicación en el actual pueblo de Todos Santos la convirtió en un oasis en medio del desierto, gracias a las abundantes aguas subterráneas y a la fertilidad de sus tierras. Los misioneros jesuitas trabajaron arduamente para desarrollar la agricultura y la ganadería, convirtiendo la misión en un próspero centro de producción. A lo largo de su historia, la misión experimentó varios períodos de abandono y reactivación. En 1840, fue abandonada definitivamente debido a la falta de población indígena. Sin embargo, el pueblo de Todos Santos continuó creciendo alrededor del antiguo sitio de la misión, preservando su legado histórico.

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Misión Santa Rosa de las Palmas. Foto: Shutterstock

Misión de San José de Comondú

Fundada en 1708, la Misión de San José de Comondú se estableció como un oasis en medio del desierto, fue un proyecto ambicioso que buscaba evangelizar a los indígenas cochimíes de la región. Una de las características más distintivas de la Misión de San José de Comondú era su planta, única en toda California, que constaba de tres naves paralelas. Además, contaba con un avanzado sistema de canales de riego de piedras que permitía cultivar una gran variedad de productos, como trigo, maíz, frijol, garbanzo, azúcar, uvas y otras frutas. A pesar de su importancia y desarrollo, la misión enfrentó varios periodos de decadencia y abandono. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la misión pasó por diversas etapas de deterioro. Lamentablemente, en 1930, un gobernador ordenó su demolición, destruyendo una parte de este importante patrimonio histórico. Actualmente se puede apreciar la fachada del templo y una colección de flamas labradas en piedra de muy buena calidad artística.

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Misión de San José de Comondú. Foto: culturabcs.gob.mx

Misión de Santiago de Los Coras Añiñí

Esta misión, fundada en 1724 por el jesuita italiano Ignacio María Nápoli, tuvo un inicio desafiante. Se estableció en el asentamiento que los nativos pericúes llamaban Aiñiní, a unos 40 kilómetros al norte de San José del Cabo. Sin embargo, esta misión se convirtió en uno de los primeros objetivos de la Rebelión de los Pericúes en 1734, lo que resultó en el asesinato del padre Lorenzo Carranco y el saqueo de la misión. A pesar de este suceso, la Misión de Santiago de los Coras Añiñí logró reconstruirse y continuó siendo un importante centro religioso y cultural para los indígenas de la región. Los misioneros trabajaron arduamente para evangelizar y educar a los pericúes, introduciendo técnicas agrícolas y de artesanía. La misión conserva su campana original, datada en 1721, lo que la convierte en una pieza de gran valor histórico.

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Misión de Santiago de Los Coras Añiñí. Foto: Shutterstock