¿Sabías que debajo del Centro Cultural España está el Calmécac? Visita las ruinas del centro de estudios de la élite mexica en la CDMX.

En 2007 fue descubierto en los sótanos de lo que hoy es el Centro Cultural de España en la calle de Guatemala número 18, el Calmécac de Tenochtitlán, la escuela donde se formaban y entrenaban para gobernar los hijos de la nobleza mexica.

La calle más antigua de México

La calle de Guatemala fue en su momento la prolongación natural de la calzada México-Tacuba, la más antigua de México. En 1524 se le conocía como la calle de los Bergantines. Aquí fue donde Cortés mandó construir las primeras casas de la ciudad, que entonces empezaba a levantarse sobre la derruida capital azteca.

La primera estructura erigida fue la enorme fortaleza de las Atarazanas, donde se instalaron los bergantines que los españoles utilizaron en la batalla final; una docena de embarcaciones que fueron construidas con ayuda de los tlaxcaltecas con madera de la región de Tlaxco.

Cuesta trabajo imaginar cómo fue que llegaron estos enormes bergantines al Lago de Texcoco. Cuentan las crónicas que las embarcaciones fueron construidas y montadas en unos enormes diques levantados en el río Zahuapan en la región del Balsas, en Tlaxcala. Después fueron desarmadas y transportadas pieza por pieza por más de cinco mil tamemes (cargadores en náhuatl) hasta el Lago de Texcoco, y por supuesto, vueltas a ensamblar. 

Hoy la calle de Guatemala tiene mucho que contar. Debajo de ella descansa la antigua Tenochtitlán, arriba están las fachadas de tezontle, los sillares de cantera y algunos nichos con santos. Aquí estuvieron en su momento el más antiguo leprosario, el hospital de San Lázaro y el primer hospicio. También se sabe que Cortés pernoctó en las Atarazanas con muchos de sus hombres durante meses en el trágico año de 1521.

El Calmécac de Tenochtitlán

En lo que hoy es el Centro Cultural de España, se descubre, silencioso y olvidado, lo que fuera el Calmécac de la Gran Tenochtitlán, a solo 100 metros del Templo Mayor.

En 2007, durante las obras de restauración del edificio, se decidió cavar en el sótano, y de pronto, ante la sorpresa de todos, apareció el Calmécac. Desde 2012, el lugar está acondicionado para las visitas.

Es impresionante el encuentro con este portentoso lugar, todavía se pueden atisbar entre esta derruida estructura (que se sabe fue construida entre los años 1486 – 1502) lo siguiente:

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  • una enorme terraza con piso de lajas de basalto
  • una escalinata
  • una pequeña banqueta
  • varias pilastras
  • lo que queda de una habitación de estuco
  • el sistema de desagüe
  • algunos elementos decorativos
  • unas sorprendentes huellas de pies descalzos sobre el estuco que recubre una de las escaleras del Calmécac

La educación de las élites prehispánicas

Al recorrer el sitio, no se puede dejar de pensar en que este lugar que quedó sepultado en la oscuridad y el silencio por 500 años.

Durante el apogeo del imperio azteca, aquí se formaban con una ardua disciplina los hijos de los nobles mexicas. Aquí los jóvenes eran educados para ser sacerdotes, gobernantes, guerreros de élite, maestros, etc.

Eran formados en materias como astronomía, filosofía, historia, economía, música, religión, y en cuestiones de disciplina, higiene personal, valores morales, tácticas militares, interpretación de los sueños,  tradición, etc.

Los niños y jóvenes vivían aquí todo el año, es decir, eran internos. Se les enseñaba a soportar el dolor y sacrificio, e incluso trabajaban todo el día y pasaban muchas noches en vela durante las prácticas de purificación.

Para los mexicas era muy importante que sus líderes estuvieran muy bien formados en todos los sentidos, que tuvieran la capacidad de tomar buenas decisiones y que fueran guerreros a prueba de todo.

Cuando se está frente a la estructura del Calmécac, llegan los rumores de esos oscuros días de 1521, porque se está viendo justo lo mismo que vieron Cortés y Alvarado cuando entraron a la Gran Tenochtitlán.

Lo mismo, quizá, que alcanzó también a ver Bernal Díaz del Castillo en aquellos días cuando se derrumbaban los últimos vestigios de lo que fuera una gloriosa ciudad sin parangón: la opulenta y majestuosa capital del imperio mexica, la metrópoli lacustre del gran valle del Anáhuac.

Cuando calle a calle, canal por canal, templo a templo, se esfumó, en un suspiro, el sueño de la entonces súper potencia del nuevo continente, la Gran Tenochtitlán.