Hoy se cumplen veinte años de la muerte de César Manrique, el gran artista, arquitecto, escultor y pintor que se propuso llevar la belleza de la que él consideraba la isla más hermosa del mundo, Lanzarote, al resto del planeta. Y como el espíritu inquieto y creativo que era, el artista centró su obra en convertir a la isla en la mayor obra de arte que pueda existir en el mundo mediante sus intervenciones (siempre respetuosas) en la salvaje naturaleza del lugar.
La tierra negra y volcánica de Lanzarote, que convierte a esta isla en un paraje único en el mundo, y el agua atlántica que crea un bellísimo contraste con ella, son el telón de fondo ideal para las impresionantes obras de César Manrique. Una ruta por sus creaciones, extendidas a lo largo y ancho de la isla, es algo que seguramente ningún viajero olvidará.
La obra arquitectónica de Manrique es la más espectacular y conocida, siendo su primera creación la gruta de los Jameos del Agua, parte de cuyas instalaciones aparecen en la imagen sobre estas líneas. Dentro de la cueva encontramos un impresionante auditorio, famoso en todo el mundo. Además, en Lanzarote encontramos muchas otras intervenciones del artista como el Mirador del Río o la Fundación César Manrique, que en origen fue la vivienda del artista y que es un auténtico prodigio de arte integrado en la naturaleza.
Otras creaciones de Manrique que van sorprendiendo al viajero y acompañándole en sus rutas por la isla son las esculturas. Muy especialmente, los móviles que el artista designaba bajo el poético nombre de Juguetes del Viento: caprichosas estructuras que mueven partes metálicas como robots anclados en tierra firme, y que crean mágicos juegos de sonido y luz. Además, hay otras esculturas realizadas por el artista con lo que se conoce como “objetos encontrados”, restos recogidos en la arena de las playas.
Un buen ejemplo es Fecundidad, una escultura creada con depósitos de agua que forman una obra de quince metros de altura.