Las Seychelles son uno de esos destinos que son de ensueño por sus paisajes y el entorno natural en el que se pueden vivir unos días para descansar, desconectar… Es un lugar con el que muchas personas sueñan, sobre todo, a raíz del confinamiento y las ganas de viajar y de vivir experiencias sin igual. Es un destino al que se puede acceder, a pesar de la pandemia pero siempre con cuidado-, ya que se permite la entrada de turistas con un certificado de vacunación o una prueba PCR negativa.

Paraje natural

Las Seychelles son un conjunto de islas, en su mayoría vírgenes o con muy pocos habitantes, que mantienen intacta la naturaleza. De hecho, la superficie de estas islas es de 1,3 millones de kilómetros cuadrados de plataforma marítima, que equivaldría a tres veces la superficie de España, con tan solo unos 455 de tierra firme, teniendo una extensión inferior a la de Ibiza.

Y, de ella, además, la mitad es zona protegida, que se reparte en las 115 islas, muchas de ellas están deshabitadas y están prácticamente cubiertas por la vegetación. En las pobladas, tan apenas hay unas casas aisladas y pequeños grupos de viviendas que, junto con los hoteles, son la única presencia humana.

Esto hace que sean un auténtico paraíso. Y esto entorno de ensueño se consigue también por sus playas pequeñas, limpias y de agua transparente en las que viven numerosas especies animales.

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Desde el punto de vista de la fauna, se puede ver en sus aguas de mar desde pulpos gigantes a grandes tiburones ballena o a pequeños peces de colores radiantes. El cielo es todo un gran ecosistema con pájaros de múltiples especies. Se calcula que solo en Bird Island viven más de un millón de aves. Y, en tierra, por supuesto, también conviven muchos animales como las tortugas gigantes, que pueden llegar a pesar 300 kilos, así como las iguanas, zorros voladores, cobayas o tenrek, entre otros.

Capital

Además de disfrutar de las playas y de la naturaleza, también se puede ver su capital. Es Victoria y concentra un tercio de la población de todo el archipiélago. Esta pequeña ciudad, con apenas unas doce calles, llama la atención por su aspecto provinciano y encanto colonial.

Pese a su reducido tamaño, tiene atractivos como su mercado en el que los mariscos y pescados muestran una brillante paleta de colores, que van desde los plateados a los rojos escarlata, azules o rosados. Este producto es especialmente importante porque es la base de la alimentación de los nativos, que solo suelen consumir carne los domingos.

También se puede ver el Jardín Botánico Victoria con cerca de 50 especies de palmeras, árboles del pan, tamarindos, papayas y otras plantas tropicales. Por supuesto, no faltan las orquídeas, que son de gran belleza.

El recorrido nos lleva a visitar la Torre del reloj, que es el icono de la ciudad. Fue instalado en 1903, fecha en la que las Seychelles se convirtieron en colonia británica, siendo una réplica del Big Ben de Londres.

Gastronomía

Y, por supuesto, otra manera de disfrutar de las islas Seychelles es con su gastronomía, que es muy variada y rica, siendo fruto de las diferentes etnias y culturas que han llevado a combinar frutas y verduras con pescado o el arroz.

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Dentro de los platos, destaca el denominado Civet de chauve souris, que es un murciélago que vive en las islas y que está considerado como una auténtica delicia. Se cocina con fruta y salsa curry.

Otro plato muy conocido es el Palourd, que es un marisco acompañado de mantequilla aromatizada, o el Tektek, que es una sopa de mariscos aliñada. En las salsas, hay que probar la Daule, que es agridulce.

Y, ¿qué se puede beber? Aparte de los jugos de frutas y el té citronelle, se debe probar el Coco d’Amour, que es un licor con leche de coco bastante dulce.